El plástico: la condena de la vida contemporánea

La evolución de la vida contemporánea, el consumo excesivo y la sobreproducción nos han hecho llegar un punto crítico en el que los plásticos amenazan con asfixiar el planeta. A día de hoy se han encontrado microplásticos hasta en placentas de bebés que aún no han nacido. Vivimos en un sistema en el que ingerimos, respiramos y absorbemos plástico. Asumimos riesgos de cambios hormonales, trastornos del desarrollo e incluso cáncer. La comunidad científica lleva ya mucho tiempo avisando, pero cada vez estamos más cerca de la catástrofe medioambiental.

Gaviota al lado de un puñado de plástico

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) alerta de la necesidad de actuar rápidamente y de forma coordinada para atajar esta “crisis mundial”. Desde 1950 hasta 2017 hubo una producción acumulada de 9200 millones de toneladas de plástico. De estas, 7000 millones se convirtieron en residuos y tres cuartas partes fueron desechadas en vertederos o abandonados en el medio ambiente. El documento destaca que el plástico representa el 85% de los residuos que llegan a los océanos. Advierte que para 2040 estos volúmenes se triplicarán. En otras palabras, habrá alrededor de 50 kilogramos de plástico por metro de costa en todo el mundo.

Si bien esta crisis está generada por los beneficios económicos que el plástico ha aportado históricamente a nuestros sistemas de producción y su desarrollo, ya no es razón suficiente. El mercado mundial de plástico en 2020 se estimó en unos 580.000 millones de dólares, mientras que el valor de las pérdidas de capital natural marino se estima en 250.000 millones anuales. Por otro lado, los costos que conlleva esta contaminación en el turismo, la pesca, la agricultura y otras actividades, como las limpiezas, se estiman entre 6.000 y 19.000 millones de dólares y, con el avance del problema, cada año se suman más.

Contra el plástico no hay una solución mágica, sino acciones múltiples y coordinadas

Botas y regadera con una planta

La crisis medioambiental que está marcando y marcará el desarrollo de nuestra sociedad necesita múltiples medidas para atajarla. No solamente acciones determinadas, si no un cambio general tanto en nuestro sistema productivo como de consumo. Un cambio que ya tiene nombre y que se está imponiendo como medio de futuro: la economía circular. Este nuevo modelo de producción y consumo se basa en compartir, reutilizar, reparar, renovar y reciclar los productos tantas veces como sea posible para extender su ciclo de vida. 

En febrero de 2021 el Parlamento Europeo votó un nuevo Plan de acción para la Economía Circular. Este plan incluye entre sus propuestas la reducción de residuos, de la huella ecológica y el fomento de productos más sostenibles. En definitiva, su objetivo es avanzar hacía una economía más sostenible y neutra en carbono. Se presta especial atención a sectores como el de los plásticos, la construcción y la logística.

Una materia prima renovable, biodegradable y neutra en emisiones de carbono

Uno de los principales usos que le damos al plástico es el envasado y transporte y una de las mejores alternativas es la madera. Los envases y embalajes de madera proceden por lo general de cultivos y aprovechamientos de árboles como el chopo, el álamo o el pino. Una plantaciones gestionadas ecológicamente que además mitigan las emisiones de CO2. La madera es un material renovable, biodegradable y neutro en emisiones de carbono que responde a las necesidades de los nuevos modelos de gestión. 

Caja de fresas

La madera es un material con unos valores muy altos en relación resistencia/peso, es decir, es ligero y aguanta grandes cargas. Este criterio es muy importante ya que, además de aportar mayores beneficios económicos, se traduce en que el producto tendrá un ciclo de vida más duradero y por tanto menos contaminante. Si se rompen tienen una fácil reparación y si no, es una materia reciclable y biodegradable.

A nivel doméstico y una vez convertidos en residuos, los envases de madera donde por ejemplo vienen fresas se pueden reciclar en los contenedores amarillos. Posteriormente, en las plantas de reciclaje se encargan de eliminar elementos como grapas y se compactan en grandes prensas. El resultado es un material óptimo para su aprovechamiento por ejemplo en la construcción.

El producto que mueve el mundo

Toda la mercancía que compramos a diario se mueve por tierra, mar y aire en grandes cargamentos y detrás de toda esta logística se encuentran los palets. Los palets de madera representan entre el 90% y el 95% del mercado de palets. Se fabrican con maderas (principalmente pino) para que sean ligeros, resistentes y puedan soportar la mayor carga posible. Se caracterizan por ser robustos y ecológicos y se posicionan como un aliado más de la economía circular.

Los palets tienen una vida útil muy larga. Se reutilizan durante mucho tiempo, si se rompen se reparan, se renuevan constantemente y cuando terminan su ciclo se reciclan. Más allá de sus funciones logísticas, a nivel doméstico mucha gente los recicla como un nuevo elemento decorativo. Se pueden ver cabeceros de cama, mesas e incluso sofás diseñados con palets.