La relación del hombre con el monte y sus bosques es tan antigua como el propio hombre. Las técnicas y los conocimientos relativos al uso, la gestión y el cultivo de los montes (lo que actualmente conocemos como silvicultura) han ido evolucionando a lo largo de la historia. Muchos conceptos han cambiado, otros nuevos han aparecido y muchos otros han quedado olvidados.
En este artículo conoceremos el trato que en la historia hemos hecho de los bosques a través de las los pueblos peninsulares. Pueblos tan diversos como los romanos, los árabes o los godos, cuyas variadas y diversas culturas han conformado la amalgama de estilos y tradiciones de la silvicultura popular española. Algunas fruto de la fantasía o el mito, muchas basadas en la observación y la experiencia.
La Hispania romana (218 a.C. – siglo V)
La conquista de España duró casi 2 siglos, en cambio su romanización fue extraordinariamente rápida. Las costumbres, tradiciones y técnicas romanas del cuidado del campo se extendieron de inmediato por toda la península. Estas prácticas tenían raíz en las enseñanzas de los escritores romanos, las cuales mantuvieron cierta influencia hasta después del siglo XVIII.
Durante este periodo, la gestión del monte se basaba en una «ciencia» astrológica rudimentaria: en función de las fases de la luna se establecían los periodos de siembra, poda y corta. Entre las muchas aportaciones de grandes autores como Julio Atico, Varrón o Virgilio, destaca Catón con su obra De re rustica. En sus muchos capítulos habla las distintas ofrendas que había que hacer antes de cortar árboles, inicia un bosquejo del arte de cultivar la tierra e incluso explica la formación de plantones en viveros.
Reinos visigodos (siglo V – año 711)
Después de la crisis y la desaparición del imperio romano, los pueblos bárbaros llegaron a Hispania. Introdujeron nuevas costumbres de carácter comunal en todo el ámbito rural, pero especialmente en cuanto a la propiedad del bosque. El manejo del monte se beneficia de este nuevo carácter asociativo: el pueblo se hace más solidario al considerarlo en su conjunto como algo propio.
Durante esta época, el aprovechamiento que hacen de los recursos naturales engendra gran riqueza entre sus habitantes. Así, decretan leyes que contienen preceptos en defensa de la riqueza forestal, especialmente en cuanto a incendios se refiere. Con el Fuero Juzgo (siglo VII) se estableció que «si un hombre enciende monte ajeno, o árboles de cualquier manera, préndalo el juez y haga le den 100 azotes y haga enmienda de lo que quemó».
Ál-Ándalus (711 – 1492)
Con la llegada de los árabes a la península cambia la relación del hombre con el bosque, chocando de frente con algunas costumbres arboricidas de muchos pueblos peninsulares. Fruto de esta nueva cultura florece la agricultura y el ornato ajardinado en palacios como Medina Azahara o la Alhambra. Para el Islam, convertir una tierra infértil en fértil tiene un sentido religioso además de práctico. Así, se establecen formas de vivificar la tierra como la creación de fuentes, excavación de pozos o diversos trabajos y mejoras en los bosques. La abundante madera que se obtenía de ellos se usaba para la fabricación de mobiliario, la construcción naval y/o como combustible. Otras actividades habituales eran la recolección de plantas medicinales, aromáticas y de frutos destinados a la alimentación.
La reconquista (722 – 1492)
La reconquista duró ocho siglos. Asoló en las tierras de frontera los bosques por la tala y el fuego como táctica militar. Así, existen referencias de que cuando Fernando el Santo conquistó el Reino de Sevilla lo hizo «talando y destrozando» y que los Reyes Católicos en el sitio de Granada destinaron 30 mil leñadores «a no dejar cada año una hoja verde». La expulsión de los moriscos a partir del siglo XV sumió de nuevo al campo y los montes españoles en un declive que se prolongó hasta el siglo XIX.
Tras la conquista premiaron a los nobles y eclesiásticos con la propiedad de muchos bosques, desvinculando así a gran parte de la población. A nivel social no se percibe un gran amor por la naturaleza ni su conservación, sino más bien una búsqueda de la propia supervivencia. El desarrollo de la ganadería trashumante a partir del siglo XIII trajo prácticas pastoriles que se enfrentaban con una conveniente conservación de los bosques.
El descubrimiento de América (1492)
La conquista de América trajo pequeñas aportaciones silvícolas en cuanto a técnicas y manejos procedentes de las culturas amerindias. Algunas como la «milpa» maya o el «kainging» filipino de talado e incendios de los bosques para su posterior cultivo se practicaban de forma idéntica en España. También introdujeron nuevas especies de árboles forestales como por ejemplo el guacayán o las cedrelas.
Edad contemporánea (S.XVIII – S.XIX)
El retraso científico arrastrado por España desde el siglo XVI marcó el desarrollo de las ciencias naturales. No es hasta el siglo XVIII cuando a través de Francia nos llegan doctrinas silvícolas de carácter tecnológico para proteger las masas forestales. Se frenan así las esencias culturales y vivenciales anteriores y aparece una silvicultura de corte tecnológico y uniformizante.
El monte cobra en este periodo un alto valor lúdico como lugar de encuentro de las clases altas del país. La baja demografía hasta el siglo XIX, los latifundios y la difícil topografía contribuyeron a la conservación de gran parte de los bosques, aunque no tanto a su adecuada gestión.
Siglo XX
En material forestal este siglo destaca por las repoblaciones de pinares que se hicieron tras la Guerra Civil. El Plan General de Repoblación (1940) planteaba repoblar 6 millones de hectáreas en 100 años. A día de hoy, la mayoría de la superficie que se consiguió repoblar necesita muchos trabajos de silvicultura para favorecer su buen desarrollo. Son habituales los trabajos para disminuir su presencia en favor de la vegetación autóctona, la naturalización de los pinares y el clareo de las densas masas forestales que, sin su debido cuidado, son objeto de posibles incendios.
Actualidad (S.XXI)
Actualmente, la componente ecológica se presenta como gran objetivo de la conservación del bosque. Poco a poco se está aprendiendo y actuando sobre la necesidad tan grande que tienen los montes para su adecuada gestión. Conceptos que desde los años 60 han adquirido connotaciones negativas como «talar árboles» se están redescubriendo como una forma de proteger las masas forestales de incendios, plagas y enfermedades. No se trata de destruir, sino de conseguir un manejo forestal responsable, sostenible y protector.
De este modo, la idea de silvicultura actual se puede resumir en la idea que se reflejó en la Conferencia de Río de 1992: «un adecuado equilibrio de rendimiento sostenido que atienda a las necesidades sociales, ecológicas, económicas, culturales y espirituales de las generaciones presentes y futuras».
En conclusión, se podría decir que la relación del hombre y la naturaleza ha estado siempre supeditada a la dependencia y sometimiento del primero a la segunda. El bosque fue en principio fuente de vida para las personas con sus frutos, caza, pesca y madera. Más tarde el abuso y la mala gestión hizo peligrar la supervivencia de ambos. Luego llegó la racionalidad en forma de ciencia silvícola y la búsqueda del equilibrio, la protección y su conservación.
Fuente: Los montes y su historia. Una perspectiva política, económica y social. 1999